La historia de las adicciones va unida a la historia de la humanidad. Fumar cigarrillos, beber alcohol, mascar hojas de coca, esnifar preparados psicoactivos, beber pócimas, fumar marihuana, utilizar el opio para el dolor, etc., son ejemplos bien conocidos de algunas de las sustancias que la humanidad ha utilizado a lo largo de la historia o sigue utilizando.
Más actualmente, junto a las anteriores y sus derivados industriales o químicos, destacan las nuevas adicciones, unas derivadas de sustancias, como es el caso de la heroína, la cocaína, las drogas de diseño, el LSD, entre las más importantes, y otras adicciones comportamentales, sin sustancia, como resultado de nuestra sociedad tecnológica, como la adicción a Internet, al juego de azar, al teléfono móvil, a los teléfonos eróticos, al sexo, a las compras, y a un amplio etcétera de conductas que pueden llegar a ser adictivas (Becoña, 1998b).
Una característica central a las conductas adictivas es la pérdida de control. La persona con una conducta adictiva no tiene control sobre esa conducta, aparte de que la misma le produce dependencia, tolerancia, síndrome de abstinencia y una incidencia negativa muy importante en su vida, que va a ser en muchos casos la causa de que acuda en busca de tratamiento o le fuercen a buscarlo. Gossop (1989) definió como elementos característicos de una adicción:
- un fuerte deseo o un sentimiento de compulsión por llevar a cabo la conducta particular (especialmente cuando la oportunidad de llevar a cabo tal conducta no está disponible);
- la capacidad deteriorada para controlar la conducta (especialmente, en términos de controlar su comienzo, mantenimiento o nivel en el que ocurre);
- malestar y estado de ánimo alterado cuando la conducta es impedida o la deja de hacer;
- persistir en la conducta a pesar de la clara evidencia de que le está produciendo graves consecuencias al individuo.
No podemos olvidarnos de la familia de las personas con adicciones, ya que estas la viven y la padecen también muy de cerca, siendo una parte muy importante en la comprensión, intervención y manejo de las adicciones. Cuando existe una persona adicta en la familia, la comunicación y la conducta entre sus miembros, así como las relaciones entre ellos se vuelven disfuncionales, facilitando la conducta adictiva y generando codependencia. Por ello, es necesario que la familia se involucre tanto en el tratamiento como en la recuperación de los procesos adictivos.
La persona, no suele darse cuenta de que tiene una adicción hasta que, la mayoría o todas las áreas de su vida se ven afectadas. Es por ello, que en la mayor parte de los casos, es la familia la primera en pedir ayuda y la persona afectada suele hacerlo en contra de su voluntad y negando que exista ningún problema. En cualquier caso, es importante tratar de ponerle solución cuanto antes, para que se vean afectadas el menor número de áreas posible.